domingo, 11 de mayo de 2014

Un poco de teoría


En el libro titulado “Gender in the Workplace: A Case Study Approach”, Jacqueline DeLaat explica que muchos hombres y mujeres que aún no entran al ámbito laboral creen que los problemas de desigualdad por género se han resuelto por medio de legislaciones y decisiones gubernamentales, pero la verdad es que poco se ha hecho a nivel global para erradicar estas cuestiones. A pesar de que han disminuido, hoy en día sigue habiendo estereotipos que encasillan a hombres y mujeres en ciertos roles sociales y laborales y la desigualdad sigue latente. Según el INEGI, el 24% de los hombres mexicanos trabajan para el mercado, mientras que solamente el 8.5% de las mujeres lo hacen. Así mismo, el 23.9% de las mujeres mexicanas hacen trabajo doméstico frente al 4.9% de los hombres.
            Según DeLaat, el número de mujeres que hoy en día participan en actividades antes reservadas únicamente para los hombres ha crecido debido a que cada vez existe mayor similitud en los porcentajes de hombres y mujeres que se gradúan de la universidad. Hoy en día existen mujeres que ejercen como abogadas, médicos, profesoras en niveles de educación superior y que desempeñan cargos en el gobierno, cosa que antes no sucedía debido a que las mujeres ni siquiera asistían a la escuela.
            Del mismo modo, menciona que actualmente se busca alentar a las mujeres para que se interesen en áreas como la ciencia y las ingenierías, que en pleno siglo XXI siguen ampliamente dominadas por el sexo masculino. A pesar de estos esfuerzos, la segregación ocupacional por género persiste y es especialmente evidente en estas áreas laborales y de conocimiento.
            Diversos estudios muestran que entre los trabajos más comunes para las mujeres se encuentran: secretaria, cajera, vendedora, enfermera, maestra, recepcionista, mesera y bibliotecaria. En el caso de los hombres están: gerente, administrador, supervisor, chofer, conserje, carpintero, chef, científico, analista de sistemas informáticos y albañil. En general, las ocupaciones dominadas por las mujeres se encuentran peor pagadas que aquellas dominadas por los hombres. Existen estudios que prueban que éstas desigualdades en los salarios no se pueden atribuir a un nivel educativo distinto, ya que las mujeres asalariadas suelen tener en promedio 1.1 años más de estudio que los hombres en las mismas condiciones.
Para toda regla existen excepciones, por lo que a pesar de que en la mayoría de los sectores las mujeres son peor pagadas, en ámbitos como la construcción y los transportes, les va mejor que a los hombres. Esto sucede debido a que en estas áreas, las mujeres se concentran en los trabajos administrativos, que son mejor retribuidos que los de albañiles y choferes. Las mujeres también ganan más en el ámbito de la protección y vigilancia debido a que a diferencia de los hombres, suelen trabajar para el sector público, donde la paga es mejor. El problema es que la participación de las mujeres en estos sectores es casi insignificante, pues representan menos del 1%  del total de empleados.
Por otro lado, los trabajos donde la brecha salarial desfavorece considerablemente a las mujeres con respecto a los hombres son los artesanales y los de áreas de ventas. Así mismo, los dependientes de establecimientos fijos de sexo masculino, suelen ganar mucho más que las mujeres con el mismo puesto.
Dos de las causas principales de la segregación ocupacional por género, son el etiquetado de los trabajos para uno u otro sexo, así como las creencias antiguas que prevalecen en la actualidad de que hay actividades adecuadas e inadecuadas para los miembros de cada género. La realidad es que aun en pleno siglo XXI pocas personas se atreven a oponerse a las pautas tácitamente establecidas.
            La compiladora Dalia Barrera Bassols, expone que las actividades usualmente catalogadas como femeninas son las que pertenecen a las áreas de servicios y comercios, que normalmente se caracterizan por tener mayor flexibilidad de horarios y mayor aceptación social que actividades propiamente industriales. Menciona también que en los sectores de industria pesada como minería y construcción parece haber poca presencia femenina debido a factores prevalecientes como el machismo.
            Del mismo modo, Bassols compara a México con países desarrollados como Estados Unidos, Francia, Finlandia, Gran Bretaña y Canadá y sitúa a nuestro país muy por debajo de éstos en cuanto a participación de la mujer dentro del total de empleados en el país.
            Se considera que las prácticas de reclutamiento, así como los estereotipos de los reclutadores son dos razones que contribuyen a la discriminación o segregación de género en el ámbito laboral. Por otro lado, las mismas mujeres también contribuyen a su propia segregación al no perseguir carreras en las que creen que tienen desventaja.
Lo ideal, según lo estipulado en el libro “Cases in Gender and Diversity in Organizations”, sería que tal como sucede en Canadá, existiera legislación en materia de derechos humanos que rigiera el proceso de contratación para evitar cualquier tipo de discriminación de parte de los reclutadores. Lo real es que aun existen brechas y huecos en las leyes de muchos países, incluido el nuestro, que impiden la correcta regulación del proceso de contratación y no se han tomado las medidas adecuadas para alcanzar la igualdad de género y de paga en el ámbito laboral.
Por otro lado, las coordinadoras del libro “México: desigualdad económica y género”, sostienen que el origen principal de la distribución diferenciada de los trabajos entre hombres y mujeres no puede atribuirse solo a una discriminación abierta de parte de los empleadores, sino que se trata de un problema cultural que induce a las personas a identificarse con determinadas actividades por el hecho de ser hombres o mujeres. Como ya se había mencionado previamente, al elegir una profesión, a pesar de que las escuelas no discriminan, a menudo hay carreras estudiadas casi exclusivamente por hombres (ingenierías y aviación) y otras básicamente por mujeres (enfermería y psicología).
Entrando más de lleno en materia de sueldos, es importante mencionar que la desigualdad en cuanto a compensación económica no sólo se debe a que las mujeres suelen trabajar en unos sectores y los hombres en otros. Existen estudios que prueban que aún dentro de la misma profesión o el mismo ámbito laboral, en el que personas de ambos sexos realizan el mismo trabajo, la diferencia entre los ingresos de hombres y mujeres sigue siendo enorme.
Por otra parte, al analizar los roles de las mujeres en el ámbito laboral y al dar cuenta de que existe un creciente porcentaje de mujeres trabajando fuera del hogar, se deben analizar las cuestiones sociales que han impulsado este cambio. De unos años para la actualidad, las estructuras familiares han sufrido muchas modificaciones. Hoy en día, con la creciente taza de divorcios y de madres solteras, las mujeres tienen que trabajar más de lo que se acostumbraba que lo hicieran en el pasado para poder sostenerse a si mismas y en ocasiones a sus hijos. A pesar de que son pocos los lugares de trabajo que ofrecen este tipo de prestaciones, hoy en día existen puestos compartidos, horarios flexibles, la posibilidad de hacer home office y guarderías en el trabajo para brindar apoyo principalmente a las mujeres que además de trabajar para sostenerse, se encuentran totalmente a cargo de sus hijos.
Otra razón por la que las mujeres participan cada vez más en el ámbito laboral es porque muchas de ellas ya no están dispuestas a sacrificar sus capacidades y utilizarlas solamente para hacer trabajos en casa o criar a sus hijos. Una tercer razón para explicar el hecho de que cada vez hay más mujeres trabajando fuera de sus casas, es que los salarios han disminuido y es cada vez más difícil sostener a una familia con un modelo antiguo de mujer en casa y hombre trabajando. Simplemente, el aumento de la población trabajadora sin acceso a prestaciones básicas, refleja la merma que ha sufrido la calidad de los empleos.
En contradicción con las ideas anteriores, que sustentan la afirmación de que cada vez existen más mujeres que a pesar de tener familias, deben desempeñarse en el área laboral fuera de sus casas, el libro “México: desigualdad económica y género” destaca que antes de los treinta años, la importancia relativa del trabajo asalariado es mayor entre las mujeres que entre los hombres, pero a partir de esa edad, cuando un alto porcentaje de la población ya ha contraído matrimonio, la relación se invierte. El libro sostiene que a partir de entonces, el rol de las mujeres como las principales responsables de funcionamiento del hogar y del cuidado de los hijos, les impide participar de forma totalmente activa en el mundo laboral.
Alison M. Konrad, la autora de “Cases in Gender and Diversity in Organizations”, se inclina más hacia la idea de que las mujeres casadas y con hijos suelen dejar de desempeñar papeles relevantes en el ámbito laboral debido a que generalmente los puestos mejor pagados en muchos sectores siguen siendo dispuestos de tal manera que combinar trabajo y vida familiar es un reto difícil de cumplir. Los horarios normalmente impiden el contacto con la familia, por lo que es complicado que ambos miembros de una pareja sean exitosos laboralmente si al mismo tiempo tienen hijos.
Para complementar la información anterior, me parece relevante mencionar que una serie de estudios demostraron que en las familias en las que ambos padres trabajan, las mujeres se sienten más responsables por el cuidado de los hijos que los hombres. Así mismo, el cambio de roles y la creciente participación de las mujeres en los trabajos fuera de casa han afectado a las familias y las relaciones de pareja.
Por otro lado, me gustaría documentar en esta sección el punto de vista del libro “Gendered Practices in Working Life”, que trata el tema de la segregación ocupacional por género desde una perspectiva muy radical. En él se argumenta que la razón por la que los hombres dominan el área laboral, es porque se unen y son solidarios entre ellos, por lo que controlan a las mujeres y nunca las dejarán ocupar los puestos que ellos ocupan o ganar los salarios que ellos ganan. Hasta cierto punto, es cierto que el hecho de que las mujeres no se asocien entre ellas, no se organicen para proteger sus intereses y no creen sindicatos, las pone en una posición de desventaja frente a los hombres, pues carecen de herramientas para proteger sus salarios y sus derechos.
            Por último, en el libro “México: desigualdad económica y género” se narra cual ha sido el rol de la mujer mexicana en el sector laboral a través de la historia. Desde hace mucho tiempo, el área de los servicios constituye el sector en el que mejor y más extensamente se han desenvuelto las mujeres en el ámbito laboral, seguido de cerca por las actividades comerciales. Así mismo, los servicios han sido, desde hace muchos años en nuestro país, las áreas de ocupación más socialmente adecuadas y aceptadas para las mujeres.
Durante la década de 1940 el empleo femenino recuperó el crecimiento que había perdido después de la industrialización. Esto sucedió gracias a la expansión del sistema educativo, de los servicios de salud, de la banca, del comercio y del trabajo de oficina, que dieron lugar a la creación de nuevas oportunidades de empleo.  Para el año de 1990, el número de mujeres trabajando se había quintuplicado con respecto a 1895.
Existen cifras que prueban que si bien persiste la segregación por género en el empleo sectorial, la división de trabajo entre hombres y mujeres es mucho menos rígida que hace un siglo, pero aun se encuentra muy lejos de desaparecer por completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario