Resultados y conclusiones
En las entrevistas fue posible constatar que cuando
se les pregunta directamente a estas mujeres de la posibilidad de
discriminación, ellas enseguida contestan que no, pero después de un brevísimo
momento de reflexión, o al terminar la grabación, reconocen que sí llega a
haber algunos comentarios discriminativos de los clientes, algunas
insinuaciones y faltas de respeto, que parecen de poca importancia y que sería
interesante indagar un poco más a fondo, ya que podría ser un tipo pasivo de
discriminación, o bien, que es tan común que suceda que no lo sienten
específicamente como segregación. Para algunos de los clientes, tanto hombres
como mujeres, la presencia de las cargadoras de gasolina les sigue provocando
un poco de desconfianza, sobre todo cuando de revisar alguna cuestión de tipo mecánico se trata.
Otro foco de atención que surge de la
investigación, es el que se refiere a los riesgos de salud que corren estas
trabajadoras. Aunque aparentemente no se quejan de algún problema de salud, al
momento de ser interrogadas en este aspecto, mencionan que si alguna de ellas
está embarazada, la “tienen bebiendo leche y dulces todo el turno por la
cuestión del plomo”. No se detectó algún método para protegerlas de los vapores
que respiran durante las horas de trabajo, ni se mencionó en algún momento que
se hagan alguna revisión periódica que pudiera prevenir alguna afectación por
la exposición continua a estas sustancias volátiles. Al observar sus manos, se
pudo ver que la piel está ceniza y áspera. Es importante recordar que estos
empleados, hombres y mujeres, laboran sin un contrato de trabajo firmado que
los respalde, poniendo en riesgo su vida sin cobrar ningún salario. Con este
tipo de empleo informal, los dueños de las gasolineras se desentienden de sus
empleados, a pesar de que este trabajo está considerado como un empleo de
alto riesgo, y estas personas no cuentan con seguro social.
Algo en lo que coincidieron estas trabajadoras es
que los horarios en los que trabajan les dan cierta libertad para poder atender
los asuntos domésticos, entre ellos la crianza y cuidado de los hijos, así como
las labores del hogar, lo cual señala abiertamente que, a pesar de que cumplen
con un horario de trabajo de ocho horas, siguen atendiendo las cuestiones que
antiguamente se consideraban propias de las mujeres que no trabajaban y en el
caso de las entrevistadas, solamente cuentan con el apoyo de sus padres en la
supervisión de sus niños mientras ellas están en su trabajo.
También cabe señalar que el nivel de estudios de
las despachadoras de gasolina objeto de este estudio, puede determinar de
alguna manera que las condiciones y las prestaciones de un mejor empleo no sean
accesibles.
No obstante que la participación de las mujeres en
tareas que antes se consideraban exclusivas de los hombres, y a pesar de que
ellas dicen estar contentas, se considera que es necesario hacer conciencia de
los riesgos que corren y de las prestaciones laborales que podrían reclamar, al
menos en el rubro sanitario.
Las
condiciones de vida de las personas que trabajan despachando gasolina no son
tan malas como uno puede imaginar antes de conocerlas. A pesar de que no tienen
seguro médico ni prestaciones de ningún tipo y de que no gozan de un sueldo
fijo, viven bien con lo que ganan de sus propinas. Ganan casi lo mismo que una
muchacha limpiando una casa y es un trabajo que como dice una de las
entrevistadas, es digno y le da para sacar adelante a sus hijos. Del mismo
modo, es un trabajo que por lo que me dijeron mis informantes, acomoda a muchas
mujeres que tienen niños porque les da la oportunidad de convivir con ellos en
las tardes por lo menos dos semanas al mes.
Así
mismo, las mujeres que despachan tienen mucha flexibilidad en cuanto a
vacaciones y días de descanso. Si sus hijos se enferman o las necesitan por
alguna razón, ellas pueden faltar al trabajo y no tener tantos problemas como
los tendrían en cualquier otro empleo. A pesar de que hay gente que no les da
propina, lo mismo sucede con sus compañeros del sexo masculino.
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